Madrid, Barcelona, Tokio, Londres… las grandes urbes del planeta se han comprometido a alcanzar la neutralidad climática en el año 2050. Esto significa que para entonces sus emisiones netas de gases invernadero deberán ser iguales (o menores) a las que se eliminan a través de la absorción natural del planeta. Una ambiciosa tarea para la que los entornos urbanos son trascendentales.
Pese a que actualmente, sólo ocupan el 3% de la superficie de la Tierra, los núcleos urbanos consolidados son ya responsables del consumo de entre un 70 y un 75% de los recursos del planeta, y emiten alrededor del 70% de los gases de efecto invernadero producidos a nivel global, según el informe “Desacoplamiento a nivel de ciudad” de Naciones Unidas. Un efecto que puede ser mayor si se certifican los cálculos de la ONU, que aseguran que las ciudades acumularán el 70% de la población mundial en 2050 frente al 54% actual.
Sin embargo, y a pesar de convertirse una necesidad urgente para hacer frente a estos desequilibrios, así como a unos desafíos globales cada vez más acuciantes como son el aumento de población, la escasez de recursos, la contaminación, y la gestión de recursos hídricos y energéticos en aras de la eficiencia, la reconversión de estas ciudades no es sencilla ni puede acometerse en todos los frentes con igual eficacia y velocidad.
Una muestra de ello es el peso de la economía circular a nivel global. Este sistema de producción y consumo basado en la optimización y reutilización de los flujos de materia y energía representa únicamente el 8,6% de la economía global, según el Circularity Gap Report de 2021.
“Actualmente tenemos a nuestra disposición recursos y herramientas para crear ciudades inteligentes en términos tecnológicos. Otros avances aún están en desarrollo, pero se convertirán en realidad en muy pocos años gracias al 5G y a otras innovaciones que llevan aparejadas como el Internet de las Cosas (IoT). Nuestro desafío pasa ahora por utilizar esta tecnología como un medio para conseguir ciudades más habitables, resilientes y sostenibles”, Tarek Al Masri, socio de Seed Global Advisoring (SGA) y responsable del desarrollo de Aguaduna.
Resiliencia: una hoja de ruta hacia la descarbonización
Mientras el mundo se enfrenta a los reveses económicos, sanitarios y sociales derivados de la pandemia de la Covid-19, las soluciones que resuelven múltiples problemas son fundamentales y pueden maximizar los recursos limitados. Esta es la clave del cambio de paradigma que supondrá la transición hacia la descarbonización: un enfoque holístico, de “eficiencia sistémica” y resiliente.
Pero, ¿en qué consiste este sistema de ‘eficiencia sistémica’ exactamente? En repensar, de manera transversal, la reconversión de nuestras ciudades con soluciones como edificios ultraeficientes que puedan, mediante sistemas inteligentes, maximizar su eficiencia energética, por ejemplo, regulando la temperatura de las estancias en función de su uso, o la incorporación de placas fotovoltaicas en su exterior y jardines en techos o espacios infrautilizados, como método de absorción del CO2. La transformación de los edificios será primordial porque, por contra de lo que pueda parecer, el 50,1% de las emisiones de CO2 de una ciudad como Madrid procede del sector residencial, comercial e institucional (RCI).
El transporte, por ejemplo, únicamente representa el 23,9% de las emisiones (según cifras del propio Ayuntamiento en 2018), aunque por ello será también un sector vital en el que incorporar soluciones. Entre ellas, el uso de vehículos compartidos propulsados por energías renovables, alternativas de movilidad individual (bicicletas, e-scooters, patinetes eléctricos), o la recuperación del espacio para el peatón con sistemas como el modelo de ‘ciudad de 15 minutos’, en proceso de implantación en París, y que pretende que todos los ciudadanos tenga acceso a cualquier servicio básico, incluido el ocio, a menos de 15 minutos de su casa.
Una nueva generación de ciudades inteligentes
Aplicar estas soluciones en grandes urbes será un proceso lento, costoso y que indudablemente afectará a la vida de los ciudadanos. Sin embargo, comienzan a aparecer proyectos que incorporan todas estas nuevas soluciones en urbes de nueva creación, más pequeñas, adaptadas al entorno y completamente replicables en todo el mundo, lo que dará lugar a la primera generación de ‘smart cities’ integrales o 360º.
Ciudades como Aguaduna, un proyecto hispanobrasileño en el estado de Bahía, Brasil, y que apuesta por convertirse en un modelo replicable de ciudad 100% resiliente y circular. Además de contar con un tamaño medio -espera tener 60.000 habitantes en el futuro- que le permitirá integrarse en su entorno natural tropical de manera sencilla y natural-, apostará por un modelo basado en flujos circulares de recursos y reduciendo el impacto climático.
Este sistema pretende generar oportunidades de trabajo para los residentes y habitantes del entorno, y transformarse en una ciudad próspera donde las empresas, la comunidad y la administración trabajarán juntas para aprovechar al máximo los recursos renovables, reducir el desperdicio, y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Una transición que se traducirá en independencia energética a través campos de captación fotovoltaica, reutilización de aguas pluviales, sistemas de acondicionamiento pasivo de los edificios, la circulación de vehículos únicamente impulsados por energías limpias, reducción al 50% de pavimentos en los espacios públicos y edificación de solo el 14% de la superficie total del suelo para garantizar la alta permeabilidad del mismo, además de la aplicación de tecnologías como big data o blockchain para gestionar de los distintos servicios de la ciudad de forma eficaz, transparente, segura y descentralizada.
“Estamos construyendo las primeras ciudades 100% inteligentes, desde cero, y completamente adaptadas al medio natural. Pero la innovación también se basará en aspectos sociales, como una gobernanza digitalizada, mayor transparencia en la gestión del entorno urbano, y un sistema de integración social más desarrollado y que apueste por reducir la desigualdad”, concluye Al Masri.