En el ocaso del siglo XX, allá por 1.996 en mi natal Tarija, existía un fuerte debate sobre la pertinencia de la construcción de las represas; Cambari, Las Pavas y Arrazayal, cuyos embalses de haberse construido, podían haber afectado parte de la Reserva de Tariquia inundando extensas tierras vírgenes y bosques prístinos; a cambio generarían energía eléctrica y la posibilidad de riego suficiente como para exportar agua y energía; electrificar y regar todo el norte argentino. Los ambientalistas preocupados por los impactos que generan estás infraestructuras “aguas arriba y aguas abajo”, intentaron crear consciencia en la población, considerando que La Reserva es y será la que garantizará el agua presente y futura -bosques de montaña- del valle central, líquido elemento cada vez más escaso y estratégico.
Hoy, transcurridos más de 26 años, me encuentro sumergido en reflexiones circulares, volví a recordar el concepto de impactos de “aguas arriba y aguas abajo”, esta vez desde la perspectiva de generación y gestión de residuos; considerando, que en este proceso, la discusión por más de 20 años gira en torno a;
- porqué reciclamos tan poco y permitimos que materia prima sea enterrada diariamente,
- los precios de material reciclado deben ser más justos,
- que debemos agregar valor a los residuos,
- que el modelo actual acorta la vida de los vertederos o botaderos; y perdemos un sinfín de oportunidades.
Hoy Bolivia genera un promedio de 2,6 Millones de toneladas al año, 7.002 toneladas por día, se recicla él 5%, solo el 6,78% de los municipios cuentan con relleno sanitario impermeabilizado, el 81,90% son botaderos a cielo abierto. Nuestra forma de pensar “aguas abajo” nos condujo a este diagnóstico, distrayendo y retardando la solución si pensamos y ponemos en marcha un modelo “aguas arriba” que permitiría reducir desde el primer eslabón de producción la generación de residuos y mejorar el porcentaje de reciclaje.
Es urgente empezar a pensar “aguas arriba”, considerando que la basura es “un error de diseño”, el diseño es una declaración de intenciones y de ello depende si el producto en todo su proceso generará mucho o poco residuo, es decir, un buen diseño puede reducir hasta en un 80% la generación de residuos. Hoy tenemos la necesidad de medir trazabilidad y ser responsables en neutralizar las externalidades negativas, ¡claro pues¡ la basura cuando la vez en la calle ¡tiene marca!.
Ahora que el planeta necesita nos alineemos con la sostenibilidad, requerimos que las empresas promuevan innovaciones circulares y ayuden al consumidor en dicha alineación. Todos necesitamos transitar el mismo camino. Apostar por la circularidad, es una alternativa, sino la principal, si entendemos toda su complejidad e iniciamos procesos que nos permitan por ejemplo; explorar el artículo 39 de la Ley 755 que hace énfasis en la responsabilidad extendida del generador, políticas públicas que empiecen a prohibir la obsolescencia programada y la demanda inducida, políticas que erradiquen los plásticos de un solo uso y promuevan el uso de materiales reciclados.
Finalmente, en este tiempo pusimos todas las energías en “aguas abajo” y gestionamos los –Vertederos, botaderos a cielo abierto- y nos hemos descuidado que las soluciones pasan por preocuparnos en “aguas arriba”, es decir, tener el cuidado desde el primer eslabón donde se inicia el proceso productivo y se generan los residuos. Empezar a pensar en la importancia que debe darse al diseño de un producto, depender menos de materia prima virgen, fabricar productos que se puedan reparar, nomás productos de un solo uso y su importación –cuando sea el caso- , evitar la demanda inducida y obsolescencia programada. ¡Es hora de pensar “aguas arriba”, porque la basura es un error de diseño!.
Scz, 27 de Junio de 2023