El éxito del emprendimiento de Verónica es el resultado de una estrategia de mercado que ella aplicó luego de ser capacitada como Gerente Pyme por la Fundación Coca-Cola de Bolivia.
Cuando nació su hija decidió tener un negocio propio para poder cuidarla personalmente, por eso abrió una tienda de barrio. Aprendió el uso de herramientas para administrar y promover su negocio y logró que su tienda sea la preferida por sus vecinos. Ahora que su hija ya creció, en las tardes ejerce su profesión de psicóloga en su casa, apoyando a niños en su proceso de aprendizaje.
Cada raspadillo de Verónica Rojas cuesta un boliviano. Los ofrece de cuatro sabores: vainilla, coco, grosella y limón. Los prepara caseramente, picando el hielo con la ayuda de cuchillo para luego servirlo y colorearlo con la esencia que sus clientes elijan. Sus principales clientes son los niños y adolescentes del colegio Bolivia que se encuentra justo al frente de su tienda.
Entre el mediodía y las dos de la tarde la tienda de Verónica está repleta de compradores de raspadillo. Ella ha reflejado tal confianza en los muchachos que incluso le sugirieron elaborar una nueva combinación de sabores y colores de la que nació el raspadillo Galaxia, atractivo a la vista por la mezcla de azul, blanco y amarillo.
Cuando comenzó a ofrecer los raspadillos, activó una campaña de promoción, obsequiando uno a cada estudiante que entraba a su tienda y así los niños y adolescentes pasaron la voz entre sus compañeros sobre la calidad y el precio de este producto.
El éxito del emprendimiento de Verónica es el resultado de una estrategia de mercado que ella aplicó luego de ser capacitada como Gerente Pyme por la Fundación Coca-Cola de Bolivia. Muy cerca de su negocio hay una tienda que vende helados, por ello, decidió diferenciarse sacando al mercado un producto distinto y atractivo, y a un precio asequible para su público meta.
“He aprendido a calcular cuánto dinero muevo al mes, a ordenar la tienda, a tratar a los clientes correctamente, cómo agrandar mi negocio y lograr que sea un lugar llamativo”, explica Verónica y con orgullo cuenta que, gracias a estos aprendizajes, su tienda ha llegado a ser la predilecta entre otras cinco de la cuadra. En 2019, Verónica se graduó como Gerente Pyme pasando clases virtuales y presenciales.
Como a dos casas de distancia de su negocio, en la avenida Fernando Guachalla de la zona de Alto Sopocachi de la ciudad de La Paz, Verónica vive con su hija de 9 años. Cuando ella nació, ella decidió dedicarse completamente a ser mamá, por eso buscó un medio de vida que le permitiera estar junto a su niña en todo momento y al mismo tiempo generar ingresos. Al tomar esa decisión instaló una tienda de abarrotes, pero no se limitó a vender sólo los productos tradicionales, sino que buscó novedades que puedan atraer más clientes.
“Deseo ser un ejemplo para mi hija y estar con ella en cada momento, no quiero ser una mamá ausente”, manifiesta Verónica recordando su propia vida, pues por la separación de sus padres, vivió lejos de su madre durante casi diez años, desde que cumplió once. Al hablar de esta etapa, Verónica no disimula las lágrimas, expresa su dolor abiertamente, pero retoma valor al referirse a Emily, su niña. “Mi hija es el motor de mi vida”.
A sus 21 años tomó la decisión de salir de casa de su papá para ir a vivir con su madre. A pesar de que sabía que con ella las condiciones económicas serían más difíciles si quería mantenerse estudiando en la universidad. Para pagar sus estudios de Psicología en la UMSA trabajó durante el día cuidando un niño y de esta forma sacó la licenciatura.
Como profesional dio clases de Psicología y Filosofía en el colegio Santa María y sus prácticas en la Defensoría de la Niñez y Adolescencia la motivaron a estudiar un diplomado en Psicología Forense. No ha dejado de lado su profesión, pues durante las tardes da apoyo psicopedagógico en la sala de su casa.
Camino a ese sueño, actualmente Verónica lleva adelante una rutina exigente de trabajo, que comienza a las seis y media de la mañana, cuando levanta a su niña y la alista para enviarla al colegio. A las siete y veinte abre la tienda, a esa hora temprana capta a todos los clientes, pues su competencia abre recién a las nueve y media de la mañana. Luego prepara las esencias de los raspadillos, pica el hielo y espera la hora de salida del colegio para recibir a decenas de estudiantes que no dejan de llegar hasta las dos de la tarde. Es a esa hora cuando almuerza para tomar fuerzas y continuar con su jornada que dura hasta las diez de la noche.
En la vida de Verónica y Emily no todo es trabajo, con las ganancias de la tienda han disfrutado de vacaciones en lugares turísticos como Copacabana, Los Yungas, el Salar de Uyuni y tienen el sueño de algún día viajar por varios destinos del mundo.