De acuerdo con diversas fuentes nacionales e internacionales, Bolivia ya ha perdido 4 millones de hectáreas entre pastizales y bosques este año, sin contar con el sin número de especies animales que han muerto por el fuego ni las consecuencias a futuro en la salud de niños y ancianos.
Existen dos pronósticos alarmantes al respecto, el primero, considerando que Santa Cruz de la Sierra es el Departamento más afectado por la desforestación, la Cooperativa de Agua Potable y Alcantarillado (Saguapac) en un comunicado de 2016 estableció que con ese ritmo esta región podría sufrir de escasez de agua en 2030. El segundo, un estudio, realizado por científicos brasileros, publicado en la prestigiosa revista Nature de este año, advierte que para 2050, casi la mitad de la selva amazónica podría colapsar sin posibilidad de recuperación lo que afectará irremediablemente al clima, a nuestra vida y por supuesto, a los negocios.
Más allá de las culpas y las estadísticas, queda claro que en Bolivia hace falta, con suma urgencia, una Estrategia Nacional de Sostenibilidad que articule el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y fije una hoja de ruta que integre las aspiraciones económicas, sociales, culturales y ambientales involucrando al sector público, privado, académico y ciudadano.
Identificados los actores y los temas, corresponde comprometernos a cumplir indicadores y objetivos anuales de reducción de la deforestación, reducción de focos de calor, número de hectáreas recuperadas, leyes ecocidas abrogadas, mejora en la calidad del aire, mejoras en la salud, reforzamiento de equipamiento para bomberos, monitoreo de impactos en el clima, aumento o reducción en la densidad de lluvias y otros. Para construirla, requerimos interés y determinación para revertir los daños ambientales de los últimos 40 años con una mirada hacia el próximo centenario.
En cuanto al sector privado, no sólo basta con elevar el discurso ambiental, sino también medir los impactos negativos de sus operaciones y revertirlos, invertir en ciencia y tecnología verde, evaluar el impacto negativo en la cadena de suministro y proveedores y otros. En cuanto a la academia, promover mesas de discusión y diálogo, construir consensos, elaborar tesis e investigaciones para la eficiencia, mitigación, remediación y reducción de nuestros impactos ambientales del país.
En estos momentos están bien los premios y reconocimientos de Sostenibilidad, incluso los tan cuestionados eventos ambientalistas como parte de un proceso de transición y aprendizaje, pero ya es momento de evolucionar, dejar la filantropía y el marketing y comenzar a actuar porque tenemos el tiempo en contra.
Ha llegado el momento de creérnoslo y dejar de lado la pose para la foto.
Javier Espada Valenzuela
Experto en Sostenibilidad