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Gerardo Quispe, un hombre de la tercera edad y sabio conocedor de la naturaleza, ha vivido toda su vida en la comunidad de Mandiyuti, en el municipio de Cuevo. Desde joven, escuchó a los antiguos contar que, en el Chaco Boliviano, el agua no se busca con pozos ni máquinas, sino con los ojos bien abiertos y el conocimiento de las plantas.
Cuando la sequía azotó la comunidad y el agua se volvió un recurso escaso tanto para el consumo como para el riego y el ganado, los habitantes de Mandiyuti se sintieron abandonados. Sin embargo, Gerardo recordó una enseñanza ancestral: «Si ves esta planta, es porque debajo hay agua». Confiando en su sabiduría, los líderes comunales lo siguieron hasta el lugar señalado. Al cavar, encontraron una vertiente que brotaba sin cesar, imparable, como si la tierra misma respondiera a su llamado.
Gracias al proyecto Voces para la Acción Climática Justa (VCA) y la convocatoria de Soluciones Basadas en la Naturaleza, la comunidad accedió a un fondo para desarrollar el proyecto Recuperación de conocimientos locales para la cosecha de agua en la comunidad de Mandiyuti como referente para su replicabilidad. Así, con sus propias manos y con el apoyo de los fondos y del municipio de Cuevo, construyeron dos tomas de agua, utilizando técnicas ancestrales y recursos locales. Se fortalecieron 20 huertos agroecológicos familiares y se desarrolló un huerto comunal con riego por goteo.
El impacto de este hallazgo fue transformador. Las familias ahora cuentan con agua para el consumo, el riego de huertos y el ganado. Además, el monitoreo comunal participativo permitió demostrar que este modelo es replicable en otras comunidades. La unidad educativa también se sumó, diversificando su vegetación y respetando los procesos naturales. El mayor logro de todos fue que, inspirados por esta experiencia, el Concejo Municipal de Cuevo aprobó la Ley Municipal para la Protección de la Reserva de Agua en Mandiyuti. Esta normativa protege todas las vertientes y quebradas de la comunidad, garantizando su conservación para las generaciones futuras. Se establecieron servidumbres ecológicas de 50 metros alrededor de cada fuente de agua y se promovieron programas de educación ambiental.
El camino no fue sencillo, pero la determinación de la comunidad de Mandiyuti marcó la diferencia. Gracias al conocimiento tradicional de sus ancianos y la organización colectiva, la comunidad logró transformar su realidad. Ahora, el agua fluye y con ella la esperanza de un futuro mejor.
Hoy, Mandiyuti no solo ha asegurado su acceso al agua, sino que ha sembrado la semilla de la esperanza y la resiliencia. La comunidad demostró que las soluciones climáticas pueden nacer desde el conocimiento local y que la voz de sus mayores es la clave para un futuro sostenible. El ejemplo de Mandiyuti es un recordatorio poderoso de que, en la unión entre conocimiento ancestral y acción comunitaria, está la clave para enfrentar los desafíos del cambio climático y construir un mundo más justo y sostenible para todos.