A partir de la ilustración de Stephan Roth, queremos compartir una reflexión en el contexto de las finanzas sostenibles y la crisis económica, de recursos materiales, de biodiversidad y de extinción de la humanidad, provocada por un comportamiento desmesurado e irresponsable, que data desde el año 1960.
La idea es también hacer, desde de la perspectiva financiera económica un acercamiento apropiado a la temática para así involucrar a una comunidad cada vez más amplia, que debe saber que las finanzas sostenibles no son donaciones a emergencias SOS ni tampoco una moda o una tendencia, sino una necesidad que transciende lo coyuntural y que no puede permanecer ajena a la realidad de todos, ya que tiene que ver con las decisiones financieras que tomamos cada momento y con su repercusión o impacto a largo plazo.
La Real Academia de la Lengua Española define sostenible como: “Aquello que se puede mantener durante largo tiempo sin agotar recursos o causar grave daño a la economía, al medio ambiente y a la sociedad”. Y eso justamente pretendemos los financistas en el contexto de la Agenda 2030, que nadie se olvide de esta hoja de ruta, que es un proyecto y compromiso con la humanidad para enfrentar los escenarios de crisis y conservar aquello que todavía no ha sido destruido y que nos queda por preservar. Y para llevarlo a la práctica, necesitamos darle un soporte financiero con la canalización de recursos financieros y su uso sostenible, inteligente y estratégico.
Es por eso, que las finanzas sostenibles definidas como una ciencia económica, que integra factores de gobernanza y sostenibilidad conocidas como ASG (Ambiental, Social y de Gobernanza) a la gestión de riesgos para inversión responsable a largo plazo, son más necesarias que nunca. Naciones Unidas estima que para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se necesitan entre 5 y 7 billones de dólares de inversión cada año hasta 2030.
Necesitamos hoy para el éxito de la Agenda 2030, que toda decisión o estrategia financiera, independientemente de su protagonista o su alcance, considere no solo la variable financiera a corto plazo, sino también la de viabilidad a largo plazo y la de la sostenibilidad.
Igualmente es imprescindible que dentro de este escenario, se impulse un sistema financiero orientado a la inversión sostenible a largo plazo y a planes de recuperación.
En este contexto, puede un sistema financiero sostenible aportar al fortalecimiento de capacidades para aminorar efectos de futuras crisis (por ejemplo, relacionadas con el cambio climático o los conflictos políticos) y de futuras pandemias. Un sistema financiero debe -por tanto- preocuparse por el crecimiento económico, pero también por la protección de la salud, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero o la lucha contra la desigualdad, que pueda proteger a la economía de episodios de alta inestabilidad financiera. Tener un firme propósito, como es el del Pacto Mundial de Naciones Unidas, hace que nos podamos focalizar en conservar y preservar, inclusive si se vienen más momentos de excepcionalidad e incertidumbre como los que vivimos con Covid -19.
No podemos olvidar por qué existimos. No podemos dejar de trabajar el hoy y el presente sin perder el foco en el futuro, para hacerlo más sostenible, más seguro y resiliente ante cualquier momento de crisis, de excepcionalidad e incertidumbre.
Con qué y en qué medida podemos aportar hoy para que nuestro futuro proyectado al año 2030 y más allá sea mejor, depende de cada uno de nosotros.
*Lilian María Arzabe Villanueva, CFA Doctor of Finance and Economics PhD, Eberhard-Karls-Universität Tübingen Alemania Master in Sustainable Finance, Business School Lausanne –Suiza
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