Sólo 23 de los 337 municipios de Bolivia cuentan con un relleno sanitario. De ellos, 16 están en funcionamiento, pero la mayoría técnicamente debe acabar su vida útil este año. El colapso ambiental a causa del deslizamiento de Alpacoma, en La Paz, ha puesto en evidencia que el problema de la basura es una “bomba de tiempo” en los nueve departamentos del país, señala una nota de prensa del diario Página Siete. https://www.paginasiete.bo/sociedad/2019/1/28/basura-una-bomba-de-tiempo-desatendida-en-los-departamentos-207255.html
Según datos del Ministerio de Medio Ambiente y Agua, sólo el 6,8% de todos los municipios del país tiene un relleno sanitario; entendido éste como un espacio especialmente diseñado en el que la basura se entierra en zanjas impermeabilizadas. A diferencia de un botadero, un relleno sanitario tiene piscinas para lixiviados e idealmente allí se separan los desechos para su reciclaje en plantas de tratamiento.
En consecuencia, más del 93% de los municipios de Bolivia deposita su basura en vertederos a cielo abierto que multiplican los niveles de contaminación. Los argumentos comunes de las autoridades locales son la falta de recursos económicos y de personal capacitado, además del crecimiento urbano acelerado.
En Bolivia, según cifras oficiales, se genera al día más de 6.000 toneladas de basura cada día. El 47% procede del eje troncal: Santa Cruz, La Paz y Cochabamba.
Entre basura
“La tierra no produce, el ganado se muere, las wawas se enferman. La basura nos está matando”, decía Nieves Quispe, vecina de la zona El Ingenio en el último bloqueo al relleno alteño de Villa Ingenio. Desde hace años las más de 700 familias que viven en los distritos aledaños protestan y piden el traslado del botadero.
La situación es la misma en todos las zonas del país cercanas a vertederos de basura. La ley 757 de Medio Ambiente establece que no debe haber construcciones habitadas a menos de 1.000 metros de un relleno de desechos. La norma no se cumple.
En El Ingenio, un portón con rejas señala el ingreso al cementerio de la zona norte de El Alto: cientos de tumbas en el suelo se diseminan por una pendiente camufladas por la paja brava y los escombros. Hay algunas flores resecas, frascos rotos y restos de cruces de madera. El olor pestilente y el vuelo alto de alkamaris anuncian que sólo una malla de metal separa el camposanto del enorme basural.
“Cuando hace calor el mal olor no se puede aguantar, es grave; además, vienen las moscas”, relató Juana Quispe. En su tienda frente al cementerio vende flores que, pese a sus esfuerzos, se marchitan rápidamente. “Será por esta agua mala”, deduce y muestra las corrientes de líquido lixiviado, oscuro y pestilente, que emanan del botadero.
La situación se tornó crítica en marzo de 2016, cuando el rebalse de una de las piscinas del relleno sanitario alteño impregnó todas las zonas aledañas con una espuma fétida que mataba las cosechas que alcanzaba. Ese incidente fue superado por el reciente deslizamiento de basura en Alpacoma, que sumado al bloqueo de Achocalla, ha originado alerta sanitaria en La Paz.
Botaderos en el país
En el departamento de Oruro, donde se generan cada año más de 98.000 toneladas de residuos, hay cuatro rellenos sanitarios, dos vertederos controlados y 29 botaderos a cielo abierto, según un informe del Ministerio de Medio Ambiente y Agua. En 2017, tras protestas vecinales, la Alcaldía orureña anunció la construcción de una planta de tratamiento de residuos que reemplace el botadero de Huajara, que ya tiene 23 años y aunque debería cerrarse recibe cada día 500 mil toneladas de residuos.
En Cochabamba, el botadero de K’ara K’ara de Cercado recibe más de 800 toneladas de basura al día aunque está en proceso de cierre técnico, pues ha terminado su vida útil. El proyecto de la planta metropolitana de tratamiento de residuos, que integra a siete municipios, se dificultó con la desvinculación de Sacaba y Vinto.
En Potosí, la vida útil del botadero municipal ubicado en la zona de Karachipampa terminó teóricamente en 2012. No obstante, sigue en uso constituyéndose en un punto de contaminación a la intemperie donde existe gran cantidad de residuos hospitalarios.
En el departamento de Santa Cruz, los seis municipios del área metropolitana generan al día 1.500 toneladas –un tercio del total nacional– de residuos que se depositan mayormente en botaderos a cielo abierto. En Santa Cruz de la Sierra el vertedero municipal de Normandía debe cerrarse en junio, pues ya rebalsa de basura y genera contaminación. El nuevo relleno sanitario se construye en Paurito.
En Tarija, el relleno sanitario municipal de EMALT fue destacado por su labor de reciclaje; pero sólo le queda un año de operaciones. Los vecinos de los barrios cercanos exigen que el vertedero se traslade a un sitio menos poblado. En la mayoría de los demás municipios chapacos los residuos se echan a botaderos a cielo abierto sin ningún tratamiento.
En Beni, el municipio de Riberalta tiene un relleno sanitario moderno, según el informe del Medio Ambiente. En Trinidad urge el traslado del vertedero que funciona desde 1992 y ha colapsado varias veces por la cantidad de desechos e inundaciones. Desde 2016, se construye un nuevo relleno en la capital beniana. Similar es la situación en Rurrenabaque.
En Cobija, la capital de Pando, aún no se concreta el nuevo relleno sanitario cuya construcción comenzó en 2016; mientras proliferan los botaderos que no tratan los desechos. La situación del tratamiento de la basura es peor en otros municipios pandinos.
Desechos hospitalarios, riesgo a la intemperie
Los residuos hospitalarios proliferan a la intemperie y se mezclan con la basura en el botadero municipal de Potosí. Restos de sueros, fluidos corporales y jeringas están expuestos con el consiguiente riesgo sanitario para la población.
El botadero municipal de Potosí empezó a funcionar a principios de los 90. Está ubicado a 4,5 kilómetros del centro de la ciudad. Tiene una superficie aproximada de 16 hectáreas, sin muro perimetral, que se identifican desde la carretera que va a Sucre.
A pocos pasos del ingreso del relleno sanitario, restos orgánicos, cartones, papeles, plásticos y animales muertos forman una montaña artificial fétida que es escarbada por los perros. En ella se mezclan decenas de bolsas rojas, rotas y semivacías. Todas llevan el rótulo “infeccioso”.
“Las bolsas rojas no se tocan, es peligroso, traen de los hospitales y vienen con enfermedad”, señala una recicladora que prefiere no dar su nombre. Ella las evade pero –atraídos por el olor de la sangre– decenas de perros en busca de alimento las desbaratan y dispersan su contenido.
A sus pies se amontonan vendas y jeringas manchadas de sangre. Camina sobre ellas sin precaución. Cada día en el botadero se depositan cerca de 85.000 toneladas de basura, 20.000 más que hace 10 años.
Según la OMS, los riesgos relacionados con el manejo de residuos infecciosos son la contaminación de aguas subterráneas y suelos e infección directa del personal o de ocasionales segregadores de basura. Por estas razones, la alternativa más adecuada para el tratamiento de estos desechos es la “celda especial”. En Potosí eso no se cumple, según evidenció hace unos meses Página Siete.
El año pasado el Concejo Municipal de Oruro recomendó a EMAP (Empresa Municipal de Aseo de Potosí) la separación de los desechos hospitalarios de la basura común por el riesgo y peligro que representa para la sanidad pública. “Por lo visto, la situación no ha mejorado. Hay personas que vienen a reciclar y son las más vulnerables”, declaró la concejal potosina Azucena Fuertes (UN).
Drama de vecinos que conviven con la basura
El depósito de desechos a “cielo abierto” del municipio cruceño de Cotoca acopia la basura sin ningún tipo de control ni manejo sanitario. Los vecinos denuncian que sufren infecciones diversas debido a la contaminación a la que están expuestos. Las autoridades ediles piden “un poco más de paciencia”.
“Venga a mi casa, lo invito a almorzar. Va a ver mi colección de moscas y el olor que se cuela en mi mesa”, le dijo María Aguilera al encargado de Medio Ambiente de la Alcaldía de Cotoca, cuando éste estaba reunido con los vecinos e intentaba calmar las protestas por el basurero municipal.
María es vecina de la zona San Lorenzo, ubicada en el Distrito 1 del municipio de Cotoca. Ese es uno de los dos barrios directamente afectados por la ubicación del botadero, donde se depositan todos los desechos sin ningún tratamiento.
“Acá llega hasta la basura del hospital. Todos los químicos y contaminantes, hasta los restos de los abortos, ya se imaginará. Una vez hasta había un hombre muerto”, cuenta Selva Flores, abriendo mucho los ojos para enfatizar lo atroz de la situación.
San Lorenzo está ubicado entre el primer y segundo anillo de Cotoca. Sus calles de tierra tienen aceras de basura de un metro de ancho aproximadamente en cada lado. Ello ya da cuenta de lo que uno se encuentra luego: un mar de basura contaminante y de olor insoportable. “Vivimos literalmente en el basurero”, resume rotundamente Elia.
Casi todos los vecinos del lugar tienen malas experiencias que terminaron en el hospital. Infecciones, diarreas, conjuntivitis, dermatitis, son sólo algunos de los males que enumeran. “Ya le digo que es una peste –reitera María–, una peste que está en el aire”.
El director municipal de Medio Ambiente, Róger Vaca, aseguró que el tema está en agenda y pidió a los vecinos paciencia. “Ya tenemos 17 hectáreas donde se hará el nuevo vertedero. Habrá una adjudicación pública y la empresa que sea elegida será la encargada de los trabajos. Está previsto para agosto. Se les va a solucionar el problema, deben tener paciencia”.