Los ecosistemas verdes del planeta han sido un aliado crucial mientras el mundo lucha por frenar las emisiones de CO2, que superaron las 40.000 millones de toneladas en 2019. Gracias a los bosques, las plantas y el suelo se han absorbido constantemente alrededor del 30% de esas emisiones en los últimos 50 años, incluso cuando han aumentado más de un 50% durante ese período. ¿Y quien lideraba esa “salvación” del planeta? El Amazonas.
Esta cifra, sin embargo, no tiene en cuenta la cantidad de dióxido de carbono liberado por la deforestación y los incendios forestales. Después de casi una década de eventos tortuosos para el espacio natural más grande del mundo, la Amazonia ha acabado emitiendo más CO2 que absorbiéndolo.
El estudio. Considerado durante mucho tiempo como un baluarte contra el cambio climático debido a su capacidad para absorber CO2, la historia de este impresionante paisaje está tocando a su fin. Un nuevo estudio sugiere que el aumento de las temperaturas, el aumento de la sequía y la deforestación desenfrenada probablemente han abrumado la capacidad de la Amazonía para absorber más gases de efecto invernadero de los que emite. En total, liberó casi un 20% más de dióxido de carbono a la atmósfera durante la última década de lo que absorbió. Desde 2010 hasta 2019, la cuenca del Amazonas de Brasil emitió 16,6 mil millones de toneladas de CO2.
“Lo esperábamos a medias, pero es la primera vez que tenemos cifras que muestran que la Amazonía brasileña ha cambiado y ahora es un emisor neto”, concluían los investigadores.
¿Por qué? Una de las principales causas es la deforestación. Mientras los árboles crecen, absorben dióxido de carbono de la atmósfera. En cambio, los árboles muertos la liberan de nuevo. Y millones de árboles se han perdido por la tala y los incendios en los últimos años. Aumentaron casi cuatro veces en 2019 en comparación con cualquiera de los dos años anteriores, de aproximadamente un millón de hectáreas a 3,9 millones de hectáreas, un área del tamaño de los Países Bajos. Y si la región se convirtiera en una fuente neta en lugar de un “sumidero” de CO2, abordar la crisis climática sería mucho más difícil.
No sólo es dióxido de carbono. Una distinción clave para apreciar los hallazgos del estudio es que no solo se refieren al dióxido de carbono. Aunque el CO2 a menudo es el principal tema de las discusiones sobre el cambio climático, existen muchos otros gases de efecto invernadero importantes, como el metano, el óxido nitroso, los aerosoles y el carbón negro de hollín. Y la Amazonia está liberando esos gases de efecto invernadero.
Por ejemplo, los humedales secos y los suelos compactados que resultan de la tala extensiva a menudo aumentan las emisiones de óxido nitroso, y los incendios utilizados para despejar la tierra para la ganadería y la agricultura liberan partículas de hollín llamadas carbón negro que absorben la luz solar y causan un calentamiento localizado.
Punto de inflexión, oscuro. Si bien la mayor parte de la selva tropical aún conserva su capacidad para absorber grandes cantidades de CO2, especialmente en los años más húmedos, una parte del bosque que está especialmente deforestada parece haber perdido esa capacidad. La investigación sugiere que esta parte sureste del bosque, alrededor del 20% del área total, ya se ha convertido en una fuente de carbono. “Cada año es peor”, dicen los investigadores. Ya no importa si es un año húmedo o un año seco: 2017-18 fue un año húmedo, pero no tuvo ninguna diferencia.
Basta decir que los nuevos hallazgos sugieren que en los próximos 30 años, más de la mitad de la Amazonía podría transformarse de selva tropical en sabana. Otro estudio publicado hace un año en la revista Nature, y basándose en la tendencia que llevamos, concluía que para el 2035 el Amazonas podría dejar de reducir el CO2 del planeta.
Deforestación al alza. En general, el patrón comienza a sonar como un ciclo de retroalimentación: la deforestación aumenta las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que aumenta el calentamiento, y ese calentamiento genera un aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, y así sucesivamente. Entre julio y septiembre del año pasado, la destrucción superó los 1.000 kilómetros cuadrados por mes. Un nuevo análisis de imágenes satelitales de MAAP muestra que alrededor de 1.740 kilómetros cuadrados de la selva amazónica de Brasil han sido arrasados en lo que va de 2021, un área aproximadamente 30 veces el tamaño de Manhattan.
Tal es la preocupación que el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro está negociando un acuerdo con funcionarios estadounidenses para canalizar lo que podrían ser miles de millones de dólares a su administración para eliminar la deforestación ilegal dentro de la década. Sí, salvar la Amazonía es, por ahora, una cuestión de elección política. Pero la ciencia sugiere que es posible que no se ofrezcan opciones por mucho más tiempo.
Fuente: Magnet